El viernes amaneció otro día de perros. Como durante toda la semana, el viento estaba del norte y flojo, y lo único que venía acompañándole eran negros nubarrones y chubascos intermitentes. El agua caía verticalmente, a plomo, algo raro en un sitio como Ferrol donde siempre llueve de lado. A media mañana sin embargo el viento giró un poco a nordeste y subió unos nuditos. Se me ocurrió que quizá sería buena idea desempolvar la Limusín. La pobre llevaba en su funda desde que volvimos de la Ferromán en Septiembre. En Caranza me encontré con Pichi, que se apuntaba a acompañarme a bordo de su Hybrid Race. Cuando bajábamos por la rampa un agradable chaparrón terminó de animarnos. Se nos ocurrió hacer unas regatillas, saliendo desde la playa, ceñida hasta la boya del Montón y empopada de vuelta. Las tablas se deslizaban ágiles bajo nuestros pies y colgados del arnés buscábamos el compromiso óptimo entre ceñida y velocidad. Al llegar a la boya, orza arriba y comenzaba la empopada. Silencio y paz total mientras la tabla surca rápido el agua de vuelta a la playa. Trato de cargar peso con los brazos en la botavara para mejorar el trimado. No hemos planeado ni un instante. Ni un salto ni trasluchadas a gran velocidad. Pero disfrute total navegando a pesar de la rácana brisa de entre 5 y 10 nudos. No tomamos fotos, pero he encontrado un video que puede daros una idea de porqué deslizar con el raceboard... engancha.
No comments:
Post a Comment